
Me llama la atención, cuando por motivos de trabajo tengo que acudir a algún punto de la costa alicantina, ver cómo hay sitios donde me encuentro uno tras otro, con muchas personas que no hablan castellano. El inmigrante de origen británico, sobre todo, no realiza demasiados esfuerzos por aprender la lengua de Cervantes, o por lo menos eso creemos.
Que eso nos sirva de excusa para no hablar nosotros bien inglés, no tiene sentido. Sería como si sólo quisiésemos clientes que fueran aficionados de nuestro equipo de fútbol. Quizás no hablan otro idioma porque no lo necesitan mucho. Quizás aprender castellano sea para ellos tan difícil como para nosotros aprender inglés.
Y cuando vienen atraídos por nuestras costas o nuestro clima se mueven por sitios de habla inglesa. Si uno acude a estos comercios o establecimientos de habla inglesa, localizados en lugares como Benidorm o Denia, se encuentra con que el comerciante tampoco habla nuestra lengua.
Da la sensación de que se trata, y no hablo más que desde un punto de vista estrictamente económico, de producto interior bruto británico, realizado en suelo español.
Que eso nos sirva de excusa para no hablar nosotros bien inglés, no tiene sentido. Sería como si sólo quisiésemos clientes que fueran aficionados de nuestro equipo de fútbol. Quizás no hablan otro idioma porque no lo necesitan mucho. Quizás aprender castellano sea para ellos tan difícil como para nosotros aprender inglés.

Da la sensación de que se trata, y no hablo más que desde un punto de vista estrictamente económico, de producto interior bruto británico, realizado en suelo español.
El problema de lo que estoy apuntando no radica en las costumbres de este tipo de turista, muchas veces afincado, que son totalmente legítimos. Lo que quiero remarcar es que, aunque sea llevado por la curiosidad, el ciudadano británico acudiría más regularmente a establecimientos nacionales (españoles, me refiero) si en dichos establecimientos se hablara el inglés de forma correcta.
Hoy por hoy podemos decir que sólo en los hoteles suele haber alguien con dominio amplio de idiomas. Si ocurriese lo mismo en supermercados, restaurantes, cafeterías, boleras, gimnasios, tiendas de ropa, etc., toda esta gente de origen británico nos podría comprar a nosotros.
Podríamos ir a ofrecerles nuestros servicios exactamente igual a ellos que a cualquier otro residente en nuestras ciudades. Y todo ello representaría una importante entrada de divisas. Algo vital a día de hoy.
Además, si nos relacionásemos con ellos, solucionando el idioma como con cualquier otro cliente, podrían surgir afinidades y también amistades. De esta manera, resultaría fácil animarles a aprender castellano, segunda lengua en importancia de Occidente. Asimismo, podríamos también, si se realiza de forma generalizada, potenciar el turismo idiomático, es decir venir a España como nosotros vamos al Reino Unido a aprender un idioma.
Y por supuesto, el idioma internacional de los negocios es el inglés, y dominándolo en el mercado interior tenemos más fácil salir a buscar clientes a cualquier país extranjero.
Podríamos ir a ofrecerles nuestros servicios exactamente igual a ellos que a cualquier otro residente en nuestras ciudades. Y todo ello representaría una importante entrada de divisas. Algo vital a día de hoy.
Además, si nos relacionásemos con ellos, solucionando el idioma como con cualquier otro cliente, podrían surgir afinidades y también amistades. De esta manera, resultaría fácil animarles a aprender castellano, segunda lengua en importancia de Occidente. Asimismo, podríamos también, si se realiza de forma generalizada, potenciar el turismo idiomático, es decir venir a España como nosotros vamos al Reino Unido a aprender un idioma.
Y por supuesto, el idioma internacional de los negocios es el inglés, y dominándolo en el mercado interior tenemos más fácil salir a buscar clientes a cualquier país extranjero.
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